Colombia: alójate en una hacienda

Esta es la tierra donde llueve café, donde todo está tan despierto (¿será la cafeína?) que resulta por momentos excesivamente sensual y con aroma no tenemos que decir a qué. En este rincón de la Colombia cafetera te parecerá siempre que te acabas de levantar y lo que ves, un paraíso virginal cercano, sin exagerar, al Edén. Exuberante por demás, sudando como sudan las novelas caribeñas de Gabriel García Márquez, como el viaje aquel en la Compañía Fluvial del Caribe de ‘El amor en los tiempos del cólera’.

Pero esto no es Cartagena ni la orillita del mar, sino las estribaciones de los Andes. El paisaje del café tiene hasta nombre propio, Paisaje Cultural Cafetero, y siglas, PCC. Además de maravillosas haciendas pintadas en rojo y azul, donde no falta la hamaca, y una tradición que es puro realismo mágico. Por estos derroteros las chapoleras recolectaban café de finca en finca, como la chalopa (mariposa), y los hombres tocaban (y tocan) la guitarra, el tiple y bailaban (y bailan) después de una dura jornada laboral. Te lo contarán todo en el Parque del Café. Esta es la auténtica ruta del café café (por partida doble).

El reino del realismo mágico

Es verde hasta hacer daño, exuberante como la que más y tiene todas las trazas del paraíso. En este escenario todo sucede alrededor del café, con permiso de las colosales palmas de cera, que son el árbol nacional de Colombia y hacen frondoso un universo que guarda los secretos y rituales de la bien querida bebida milenaria. Para situarnos en el mapa, diremos que el reino del café está en las estribaciones central y occidental de la cordillera de los Andes, se extiende a lo largo y ancho de 141.000 hectáreas y comprende determinadas zonas de 47 municipios y 411 veredas de los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío y Valle del Cauca.





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Finca Chinchiná en Caldas (FNC-Ministerio de Cultura. Foto: David Bonilla Abreo)

Es Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco. Evidentemente, el café somos todos, pero la organización de Naciones Unidas lo alaba como “ejemplo de un centenario paisaje cultural sostenible y productivo, en el que el esfuerzo colectivo de varias generaciones de familias campesinas forjaron excepcionales instituciones productivas, sociales y culturales”.

Una hacienda de novela (o de película)

Ni te lo pienses. Alójate en una de estas haciendas como si fueras un caficultor. No es solo por sus colores muy de parchís, ni por sus porches, como un salvaje Oeste en paz, con mecedoras y tentadoras hamacas, sino por todo lo que ofrecen, ya sea esta hotel o una casa de huéspedes, mano a mano con lo propietarios. De todo hay. Es la mejor manera de llegar hasta el fondo del asunto (del café) y saberlo todo del proceso de su cultivo y producción. El día empieza, cómo no, con café y añadidos: frutas, jugos naturales, arepa (pan de maíz), queso y un paisaje que es más que envolvente. Huelga decir que es un lugar excepcional en el mundo, con una temperatura entre 17 y 24ºC durante todo el año. Echa un vistazo a estas dos haciendas.

Finca El Balso. En medio de cafetales, como corresponde, con árboles frutales, jardines y animales domésticos. Te tentarán con viajes a caballo, baños en aguas termales y la comida de la región. Dónde: Armenia (Quindío).





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En la finca El Balso vivirás como un caficultor

Hacienda Venecia. Es una hacienda y una marca de café (el de los muy cafeteros) con la solera de cien años y bosques nativos y fuentes de agua que te resultarán la mar de bucólicos. La casa principal es ya centenaria y está hecha a la manera antioqueña, de adobe en las paredes y teja de arcilla en los techos. Podrás probar los platos más típicos, ajiaco, sancocho y fríjoles, y viajar al espectacular Parque Natural Los Nevados. Dónde: Armenia (Quindío). Km 5 Vía Armenia Aeropuerto El Edén.  En plena autopista del café.





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Una hacienda con vistas al paisaje cafetero y nombre de la ciudad de los canales y las góndolas

Un parque de atracciones

El Eje Cafetero lleva así más de un siglo, desde poco después de la ocupación de los colonizadores antioqueños. Entonces se sembraron los primeros cafetales, se construyeron las viviendas rurales y se creó la infraestructura necesaria para el transporte, procesamiento y comercialización del café. De la suma de la honda tradición cafetera y la herencia antioqueña resultan la música, las danzas, la arquitectura y la cocina. Está por todas partes, a tu alrededor, pero si quieres vivirlo como si fuera una aventura trepidante con la adrenalina típica del parque de atracciones, lo mejor es adentrarse en el Parque del Café, en el centro del país cafetero, en Pueblo Tapao, a 20 minutos de Armenia, capital del departamento de Quindío y a cinco minutos de Montenegro. Seguimos en Colombia, que no despisten los nombres. Hay mucha ambientación cafetal y también muchas atracciones, por supuesto temáticas y con un único protagonista: jardín de variedades, tren, museo interactivo, sendero y arquitectura típica, todo del café.





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El bus escalera típico de las zonas cafeteras (FNC-Ministerio de Cultura. Foto: David Bonilla Abreo)





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