La verdad es que uno es poco dado a festejar las fiestas navideñas, pero a medida que uno cumple años recuerda con nostalgia esos días en que los padres y los hermanos montaban el belen en casa o repartían los regalos (de los reyes, por supuesto) escondidos por los rincones de la casa. Ahora son fiestas que se asemejan más a las necesidades de los grandes almacenes y las modas de fuera como papa noel.
Y sin embargo yo sigo echando de menos esos dias de excitación infantil, cuando las expectativas de renta de los españoles estaban ancladas a principios de siglo y eramos felices con unos cromos de la Conquista del Oeste, o unos soldaditos de goma con vaqueros e indios del lejano oeste.
Entonces, y casi ahora, no podía imaginar que terminaría visitando esos lugares que forjaron mis sueños infantiles de aventura. Y, quizás por deformación de aquellos días, he sentido de forma más intensa la nostalgia navideña en el parque Monumental Valley que en el mismisimo Belen, donde estuve hace unos años en el lugar donde, la hipótesis incierta y la tradición, señalan que nació Jesus.
En fin, cmoo a muchos otros me cansa ir de compras a los grandes almacenes, y deseo que pasen estas fiestas lo antes posible, pero también creo que estas fiestas son un buen momento para descansar lejos de Madrid, reunirse con los amigos en Jaca, y recordar aquellos momentos en los que nos atrevimos a ir más lejos, a fracasar, pero, a pesar de todo, fuimos felices. Y eso os deseo: Felices fiestas, salud y amistad. Y, como decía mi madre, que tengamos salud y trabajo, que el resto ya lo ponemos nosotros.