La más hermosa del Karakorum

Hablando con un amigo baltí, me contó una leyenda sobre el origen del nombre Laila, la montaña en la que estamos ahora mismo. Según Akbar, que así se llama mi amigo, la leyenda cuenta que un señor poderoso de un reino cercano se enamoró perdidamente, es decir, perdió el sentido y la razón, que es lo que nos pasa a todos, por una chica hermosísima de tez morena. En ese reino, al parecer, el común de los habitantes era de color blanco por lo que no entendían que aquel joven, noble y poderoso, pudiera rebajarse a querer una chica tan poco normal, cuando tendría a su disposición un montón de candidatas mucho más blancas y ricas. La respuesta del joven fue que donde ellos veían fealdad y cierta repugnancia, eso que hoy llamamos racismo simple y llánamente, él veía belleza y hermosura resplandeciente. Y para que no se les olvidara la llamó Laila, “la más hermosa”.

Y colorín colorado, por eso este cuento termina con que sólo en la zona norte de Pakistán hay tres montañas que llevan ese nombre. Por eso, una de las montañas más hermosas que jamás he visto, y que pretendemos amar y escalar, es precisamente el Laila Peak.

El Laila Peak, la montaña más hermosa del Karakorum. Foto: Sebastián ÁlvaroEl Laila Peak puede ser la más contundente respuesta a cuantos me preguntan el porqué de mi tenaz fascinación por el Karakorum. Para quien ama la montaña tan sólo contemplar desde el glaciar del Gondogoro elevarse este colmillo impresionante de hielo y roca es una experiencia incomparable. Te enamoras de montañas así de la misma forma que te enamoras de una mujer, por su belleza, por su poderosa atracción. Quizás también por su aparente inaccesibilidad.

Hace poco leí en un libro de Damasio sobre el cerebro (Y el cerebro creó el hombre) que el enamoramiento, venía a decir un experto neurólogo, era una de las patologías psiquiátricas más comunes y, a pesar de ello, no se consideraba patología. Y es que cuando te enamoras, las emociones te juegan una mala pasada: se te acelera el pulso, se hace más profunda la respiración, te cambia la química de la sangre. Y entonces, atolondrados, actuamos arrastrados por ellas, como un tsunami, de forma irracional, cometiendo, tantas veces, actos que no cometeríamos en situaciones normales. Y es difícil no enamorarse de Laila. Su perfil, afilado como la hoja de un cuchillo, destaca desafiante sobre el cielo provocando la imaginación de los alpinistas. Es un reto que parece inaccesible.

Otra vista del Laila PeakMientras leéis estas líneas estaremos intentando llegar a su cumbre, a unos 6.300 metros de altitud, con un estilo ligero y en invierno, algo que nadie antes ha logrado. En realidad, que yo sepa, tan sólo tres expediciones han conseguido esa cumbre, lo que da idea de la complejidad que entraña el Laila. Dificultades técnicas que sin duda se verán acrecentadas al intentarlo en pleno invierno, pues estos días nos encontramos con temperaturas inferiores a los 20º bajo cero en el campo base y por debajo de los – 40º C en la parte superior de la montaña. Pero escaladas invernales como ésta son las que están definiendo el camino del alpinismo del más alto nivel en la actualidad, que busca medirse en un terreno de juego más difícil, expuesto y arriesgado. Es la última frontera del alpinismo. Sabemos que el margen de error, ya pequeño en verano, es prácticamente nulo en invierno, por lo que resultará esencial plantear bien la estrategia y medir nuestros pasos si queremos convertirnos en la primera expedición española que consigue una cima del Karakorum en invierno.

Una foto del grupo con el Laila a nuestras espaldas. Foto: Sebastián ÁlvaroPara ello, la experiencia es una aliada fundamental, algo con lo que contamos sobradamente en el equipo. Para mi amigo y compañero de tantas expediciones Ramón Portilla éste será su cuarto intento al Laila Peak. El joven vasco Álex Txikón, dinamita en estado puro, también sabe muy bien lo que supone escalar en invierno en el Karakorum tras su dramática experiencia del año pasado abriendo una nueva ruta en el Gasherbrum I. Para mi es una alegría que Juanjo San Sebastián, un tipo que es como un hermano, se haya animado a unirse a nuestra expedición compuesta también por los alpinistas José Fernández y Álvaro Corrochano y mis amigos Mariano Izquierdo y David Pérez. Es una especie de viejos rockeros y nuevos talentos. Fuerza y experiencia. En teoría algo que puede resultar adecuado al reto.

El Campo Base del Laila Peak. Foto: Sebastián ÁlvaroPero en la montaña no hay nada decidido. Y en invierno menos. Pero queremos jugar nuestras bazas. Hay que arriesgarse a fracasar. El peor fracaso es no intentarlo. Y por supuesto partiremos de Hushé para saludar a los viejos amigos y saber cómo avanza nuestro proyecto de cooperación que llevamos en marcha con la Fundación Sarabastall. Veremos a mi buen amigo Abdul Karim, el porteador más famoso del Karakorum. Le contaré la leyenda del Laila y seguro que él me entiende. Entiende lo que es el amor por la más hermosa montaña del Karakorum. El formidable colmillo que es el Laila nos espera. Es el momento de agradecer a todos los que nos han apoyado. Ahora depende de nosotros. Ojala que tengamos suerte. La vamos a necesitar.
Una vista del Laila Peak desde el aire. Foto: Ramón Morillas

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