Acabo de bajar de la Punta Margarita, la cumbre del monte Stanley, la montaña más alta del Ruwenzori o Las Montañas de la Luna, una cordillera que se encuentra a caballo entre Uganda y la República Democrática de. El Congo. Con sus 5.109 metros, es la tercera cumbre más alta de África, después del Kilimanjaro y el monte Kenia.
Cuando llegue a Madrid podré compartir con vosotros unas fotos de este precioso lugar, un paisaje de ensueño propio de la película ‘Memorias de África’, pero mientras, sólo puedo contaros desde aquí parte del transcurso de la aventura, que todavía sigue por tierras africanas, aunque ahora ya estaremos alejados de las montañas.
Para llegar a la cumbre del monte Stanley, hemos atravesado una selva espectacular, tropical, húmeda, con barro hasta las rodillas y con bosques de senecios y lobelias. Para caminar por aquí hay que estar preparado para el agua. Estamos en una de las regiones más ‘mojadas’ de la Tierra, con las cumbres siempre cubiertas por espesas nubes que no paran de soltar agua: llueve más de trescientos días al año. Por algo el nombre de estas montañas significa ‘hacedor de agua’ o ‘el que hace la lluvia’.
Son montañas en ese lugar de los mapas donde se pierde la imaginación de la gente. Ptolomeo ya habló de ellas y las colocó en el mapa e hizo que en ellas naciera el río Nilo, lo cual tiene su parte de verdad ya que algunas de sus aguas van al Nilo Blanco. Pero las descripciones de Ptolomeo eran demasiado vagas y hubo que esperar casi 2000 años, hasta que una expedición europea, liderada por Henry Morton Stanley en 1889, las rescató del olvido, o, en este caso, de las nubes que posiblemente impidieron que exploradores que le precedieron décadas antes, las divisaran.
Y que haya a esta altitud y a esta latitud unas montañas con glaciares, es lo sorprendente, aunque desde finales del siglo XIX, el retroceso de los glaciares africanos ha sido rápido e importante.
La ascensión se nos hizo muy dura, sobre todo el último día, donde la niebla, el frío y el viento nos impidieron disfrutar de la cumbre y del bonito paisaje que desde allí podríamos haber apreciado si no hubiera estado todo cubierto. La bajada, con cuidado, por el cansancio y lo resbaladizo del suelo, mojado por la nieve recién caída.
Pero subimos y, lo más importante, bajamos del pico Margarita, al que llegamos siguiendo los pasos de un ilustre explorador español, Luis Amadeo de Saboya, el duque de los Abruzos, el primero en pisar esta cumbre a la que puso el nombre de la reina de Italia, su tía. Era 1906. Pero la historia de este gran explorador os la contaré ya en otro post.
Fantástico viaje y fantásticas montañas Sebas. Veo que la rueda no para y seguimos en la brecha, envida sana me das. Me alegro mucho de leer esto porque seguro que lo estás disfrutando a tope.
Un abrazo.