Ahora que se cumplen los 100 años de la llegada de Amundsen y Scott al Polo Sur (con una diferencia de unos 35 días), conviene recordar lo que significan y son los dos extremos helados de la Tierra. El Ártico y la Antártida, llamados así porque muchos siglos antes los griegos ya imaginaron dos mundo contrapuestos que, en realidad, son los dos pozos del frío de nuestro planeta.
Cómo he estado varias veces en ambos, he estado buscando imágenes en mi archivo para dejaros unas pinceladas significativas de lo que es un recorrido por esos lugares bellos, remotos, inclemente y salvajes. Hoy quiero empezar por el principio, es decir por los mares del Ártico y la Antártida.
Los paisajes polares en el conjunto de la Tierra, además de ser contrapuestos, uno un mar congelado, el otro un continente aplastado por el peso del hielo que lo cubre, tienen una gran influencia en el resto del planeta porque desde ellos se transmite esa masa de frío a través de las corrientes atmosféricas y de las corrientes marinas. Por lo tanto su influencia trasciende a todo el planeta.
Pero, además, son lugares inaccesibles (hasta tiempos muy modernos) deshabitados, (sólo en muy escasos lugares es posible con una vida muy precaria, muy al filo, siendo los únicos lugares no colonizados ni repartidos, aunque ese peligro todavía está latente), y por tanto simbolizan eso mismo: la soledad, el lugar al límite de la vida, tal y como la entendemos en el resto del planeta. Pero son, así mismo, el símbolo de la pureza y la belleza cristalina de la materia por excelencia, (que conlleva dureza y fragilidad) y por lo tanto son referencias estéticas inimaginables en otros espacios naturales, referencias de la Aventura, (con mayúsculas), referencias de lo inaccesible, de los últimos “retos imposibles” en nuestro propio planeta, y de lo desconocido. Es decir símbolos de todo aquello que debemos conocer impulsados por la curiosidad. Y como consecuencia de lo anterior están llenos de literatura, llenos de mitos, llenos de aventuras, casi desde tiempos inmemoriales. Antes de haber comprobado su existencia ya se había escrito y teorizado sobre ellos.
Y en este largo camino hacía su conocimiento, el primer obstáculo que hubo que salvar fue el de sus mares helados y tenebrosos que los protegen de los intrusos. En realidad, tanto el Polo Norte como el Polo Sur, se protegen por una especie de círculos concéntricos que los exploradores tuvieron que ir salvando (a lo largo de muchos años y a veces pagando un coste humano terrible) antes de poder acercarse a los últimos extremos desconocidos de la Tierra.
Los primeros hombres que tuvieron que poner en juego todo su valor y conocimientos fueron los navegantes de los Hielos. Antes de llegar a los Polos hay que cruzar esos mares interpuestos que, como anillos marinos, defienden la fortaleza. Esos mares rugientes, que son los más temidos del planeta por los marinos, eran como grandes murallas que defendían la pretensión de los hombres por pisar los últimos lugares al margen de su curiosidad. Estos mares, aislados, perdidos, mitificados, desconocidos, con armas que los han defendido: el círculo del hielo, el círculo del frío, el círculo del escorbuto- para los navegantes- fueron, durante casi dos siglos, la última frontera a salvar por los humanos.
Estas fotografías intentan transmitir una parte de su magia, belleza y toda su fuerza y poder de intimidación.
Enhorabuena por el post Sebastián!
Las fotografías son fantásticas y la clase de geografía que nos ofreces con tus notas es un verdadero placer para la lectura.
Que escribas muchas entradas más, con el conocimiento científico, alpinístico y aventurero que sueles darles.
Un saludo cordial,
Eñaut.