Camino de nuestro principal objetivo, escondido no muy lejos del Postigo del Aceite, Genoveva me da una pequeña vuelta por callejas, patios y un pequeño jardín. Mi infancia son recuerdos, de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde florece el limonero. Así comenzaba el bueno de Antonio Machado uno de esos poemas que marcaron la poesía española y de paso mi juventud. Creo que es uno de los más bellos poemas que he leído y que más me conmueven (porque en muchos de esos versos me reconozco), en el que describe su personalidad y que siempre que vuelvo a Sevilla vuelvo a evocar cuando veo esos patios frescos, que parecen cobijar al viajero cuando en pleno verano el calor hace pasear a media tarde. El paseo que Geno está compartiendo conmigo tiene una intención determinada, que sólo ella conoce, para desvelarme unos determinados lugares que todos ellos están cosidos por una historia legendaria común.
Primero pasamos por delante de la famosa Hosteria del Laurel, inmortalizada en la obra de José Zorrilla, Don Juan Tenorio, uno de esos lugares comunes en los que se desarrolla la trama de una de las obras de teatro más conocidas de la literatura española de todos los tiempos. Luego hemos , relativamente cercana. De repente caigo que, en el mismo poema en el que el evocaba su infancia en Sevilla, Antonio Machado afirma “ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido”. Geno me cuenta que, al parecer, Mañara fue el inspirador real del Tenorio de Zorrilla. A decir verdad, nunca había hilado esta calle con el Mañara al que se refería Machado, aunque sabiendo las andanzas del Bradomín de Valle Inclán me imaginaba a alguien famoso por sus dotes seductoras, algo consustancial en estas tierras y perpetuado en la literatura española desde los tiempos de Tirso de Molina hasta el inmortal aventurero Don Juan de Zorrilla, y actualmente en las revistas del corazón.Muchas veces en alguna conferencia me gusta definirme como aventurero puntualizando que lo soy en la más noble acepción del término, es decir “hombre que voluntariamente acomete aventuras”, para alejarme de esa otra acepción que le viene como anillo al personaje de Zorrilla: “hombre sin oficio ni profesión… que vive a costa de las mujeres…” Por si acaso el notable escritor romántico español describe a su personaje dado a “bajar a las cabañas, subir a los palacios y escalar claustros”, siempre detrás de alguna mujer que llevarse a la cama… aunque no sé porqué eso necesariamente le hizo dejar “memoria amarga” tras de si en aquellas bellas novicias, princesas y doncellas, a no ser que tuviera algún tipo de disfunción eréctil que Zorrilla no contó y que hoy podría haber mitigado algún fármaco moderno. Leído desde nuestros días la verdad es que el personaje de Don Tenorio ha dejado de ser escandaloso, pues hoy no pasaría de ser un niño pijo bravucón dado a buscar pelea en bares y discotecas.
Geno me cuenta que, en realidad, el verdadero Miguel Mañara fue un personaje muy diferente al seductor al que los románticos le colgaron el sambenito de haber inspirado las correrías que Tirso de Molina atribuye a su Don Juan en El burlador de Sevilla. Algo totalmente imposible si se tiene en cuenta que cuando se publicó la obra de Tirso, Mañara sólo tenía 3 años. Sin embargo si es probable que la leyenda, y la imaginación de Zorrilla, hicieran el resto para situar su Don Juan en estas calles por las que ahora camino, y que luego Machado lo incorporase a su poema. Es más, es muy probable que aquel mismo personaje inspirase a Machado otra referencia en su poema Don Guido cuando escribió: “¡Aquel trueno vestido de nazareno!…»
¿Puede ser Sevilla inspiradora a pesar de su paso en el tiempo? ¿Puede ser su aroma, su calidez, su luz, la dimensión infinita de la estrechez de sus calles de Santa Cruz? Caminar sobre las mismas pisadas de aquellos románticos que ese tiempo atrás vieron pasar el tiempo y deslumbrados quedaron con esta misma luz que ahora nos ciega, esa que tu reflejas en tu último texto. Sensaciones idénticas con distintos ojos.
Sevilla es contagiosa, contamina con su pasión.
Gracias por escribir tan bonito Sebastián.
e.
Las ciudades evocan momentos y por tanto emociones y sentimientos. No se puede volver al lugar donde has sido feliz, de la misma forma que no nos podemos bañar dos veces en el mismo río, pero si podemos evocar esos momentos felices caminando por las calles de Sevilla. Gracias Emilio, salud y amistad.
En Sevilla tenemos la suerte de que podemos pasear evocando historias y leyendas, pisando las mismas calles y baldosas que pisaron sus protagonistas: Mañara, la Bella Susona, don Pedro el Cruel, doña María Coronel, maese Pérez el organista, el emperador Carlos I…. todas ellas historias apasionadas. Se pasan buenos ratos retrocediendo a otros siglos, imaginando a María de Padilla en sus baños del Alcázar, o las correrías del rey don Pedro, que fue un verdadero Tenorio pendenciero. Es mejor que un cine en 3D.
Releo Campos de Castilla con la emoción de la visita a Coillure, a la tumba del poeta .
Me pregunté que será Mañara y descubrí este escrito espledindo en Internet.
Muchas gracias Sebastián